La compra, el círculo y los orgasmos
Por Johanna El Zelah desde Ciudad de México
Salta una ventana de la tienda virtual y me escribe una chica de atención al cliente: si tienes dudas o preguntas estaré por aquí, y cierra la frase con el emoji que pica el ojo. Y yo me imagino la conversación en la que le digo: amiga, yo solo había escuchado hablar del punto G, qué carajo es el punto A y el punto K, y por fa mándame un mapita para encontrarlos. Cierro la ventana y continúo mi compra a solas.
Siempre me ha incomodado hablar de sexo. Siempre. De mi madre recuerdo cosas como que había que ser abiertamente puta o no serlo, porque a ella lo que le molestaba no era la putería en sí, sino la falta de transparencia al respecto. Pero, ¿qué era ser puta? ¿Era Julia Roberts en Mujer Bonita que, a pesar de puta, al final consigue a su príncipe azul? ¿O era yo que, tal vez antes que el resto de mis amigas, ya me dejaba tocar por mi noviecito del colegio? Supongo que en parte para no ser puta, me involucré tempranamente en una relación formal, heterosexual, monógama, estable, cuya única transgresión era que no había papel firmado, ni anillo, ni iglesia. Solo eso era bastante rebelde para mi entorno.
Par de décadas después, mujer adulta, con licenciatura y maestría, separada y afortunadamente sin hijos, por primera vez me encuentro frente a la computadora viendo distintos modelos de juguetes sexuales. Aún me siento incómoda y desorientada: succionador de clítoris, vibrador mini, vibrador vaginal, vibrador conejito, bolas chinas, bolas chinas con vibración y control remoto, vibrador pequeño sumergible muy potente y recargable, anillo vibrador para jugar en pareja, masajeador corporal en forma de huevo con vibración, kit BDSM, vibrador para doble penetración doble placer, látigo con 40 cuerdas, plug anal, vibrador anal con bala extraíble, paleta spanking, succionador de clítoris de viaje, dildo con ventosa, vibrador para el punto G con control remoto vía app, masajeador clitorial, dildo impermeable, flexible y realista, vibrador manos libres controlado por bluetooth, potente vibrador con punta plana, succionador pequeño, vibrador con relieves, masajeador de varita, vibrador vaginal ideal para estimular el punto G, punto A y punto K.
Decido quedarme en la sección de vibradores. Empiezo por ver las ofertas y consigo uno con treinta por ciento de descuento. Click: ¡es la última novedad! Combina dos conceptos nunca antes juntos: un vibrador conejito con un succionador de clítoris. Es un 2×1, pensé en mi lógica ahorrativa. Características del producto: puntuación 5 de 5 en clítoris estimulación externa, puntuación 5 de 5 en estimulación del punto G estimulación interna, sumergible en ducha o bañera, funciona con batería recargable integrada, 20 modos o velocidades de vibración.
Daniela, una compradora verificada escribe: lo mejor, cumple lo que promete y más. Lydia dice: es lo que estaba buscando. Diana del Pilar: me ha gustado el producto por su olor… ok, en las características no se especifica nada sobre el olor, pero confiemos en el buen olfato de Diana del Pilar. Por último, reseña Tamara: MA-DRE-MÍ-A me faltan palabras para describir todo lo sentido, orgasmos tan intensos como nunca los he tenido. Bingo.
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Es viernes por la tarde y recibo un mensaje en el celular: Hemos intentado entregar su envío de DHL 2518500946 pero no lo encontramos en su domicilio. Coordine nueva entrega. [LINK] ¡Qué!, ¡no me jodas!, ¿por qué no lo dejaron con el conserje? Entro al link de rastreo y, como el lunes es día feriado, el próximo intento de entrega será hasta el martes. Adiós a mi plan perfecto para el fin de semana largo… Bueno, he esperado 33 años para comprarlo, qué más da esperar 3 días. Aunque, siendo coherentes con las matemáticas, realmente solo he esperado unos ¿16 años? ¿A qué edad se compra una chica su primer vibrador? Yo casi a mis 34. ¡Feliz cumpleaños!
Es martes por la mañana: El envío de DHL 2518500946 llega HOY antes del final del día. Requiere firma. Gestione la entrega. [LINK]. Clickeo y veo que el paquete está en proceso de entrega. Maldición, tengo una cita a las 3 de la tarde. Caminando hacia el lugar de la cita voy haciendo planes: esta noche me tomo una o dos copitas de vino, pongo mi playlist de música sexy, lubricante y a darle: “orgasmos tan intensos como nunca los he tenido”, espero que Tamara tenga razón.
Salgo de la cita, compro el vino. Espero… espero… espero. Creo escuchar el sonido del intercomunicador, pero es el de otro departamento. Cae la noche y definitivamente el anhelado paquete no llegó. Pienso en masturbarme con la mano pero desisto. El plan era otro.
Es miércoles por la mañana y recibo un mensaje: El envío de DHL 2518500946 llega HOY antes del final del día. Requiere firma. Gestione la entrega. [LINK]. Afortunadamente hoy no tengo que salir de casa sino hasta el final de la tarde. Se me pasan las horas trabajando y ya no hago planes. En algún momento sonará el intercomunicador. Y suena. Salto del sofá. Contesto. Pero no es el maldito paquete, es el señor que viene a buscar el pago de la renta. Es el final de la tarde y ya saliendo de casa reviso el link de rastreo: su envío 2518500946 ha sido entregado a las 4.37pm. Firmado por Eduardo Sandoval, también conocido como Lalo, el conserje.
Toco a su puerta y me entrega la caja. Como igual no puedo hacer nada ahora mismo, la meto en mi bolsa y sigo con mis planes. Mi caja marrón discreta, que contiene otra caja seguramente indiscreta, que contiene mi primer vibrador, me acompaña al Seven Eleven donde voy a pagar el recibo de gas. Me acompaña al cajero mientras retiro efectivo. Me acompaña en el Uber mientras voy a mi cita de las 7.30pm: un círculo femenino de autoconciencia sexual. No podía llevar un mejor acompañante.

La información es precisa: el miércoles iniciamos el círculo puntualmente a las 7.30pm, se sugiere llegar 10 minutos antes. Como primera tarea: una lectura de 3 páginas sobre la soledad y la desolación. Repaso mientras llego al punto de encuentro: un departamento en el sur de la ciudad. Toco el intercomunicador. Se abre la puerta. Es un edificio de unos 50 años de antigüedad. No hay ascensor. Subo hasta llegar al número 5. Entro a un espacio que huele a incienso de vainilla, el mismo que uso en casa. En el lado derecho están el comedor y la biblioteca. El límite es un ventanal de piso a techo segmentado en paneles rectangulares con marcos de metal negro. Al fondo, la sala dispone de dos sofás color gris oscuro: uno en el centro y otro del lado izquierdo. En el lado opuesto, una silla y una butaca completan una U. Ya hay dos mujeres sentadas, una en cada sofá. Ocupo la esquina vacía del sofá del centro. Sobre la mesa de centro hay unos canapés: palitos de zanahoria y pepino con tajín, unas galletitas con queso de cabra y un racimo de uvas verdes. Desde la esquina, justo detrás de la butaca, nos observa desde una torre alta un gato negro.
Hay un cierto silencio incómodo pero solo entre nosotras. De fondo se oye el silbido de una tetera. Luego suena el intercomunicador. Se escucha a la doctora caminar de un lugar a otro de la cocina. Contestar el intercomunicador. Cerrar un gabinete. Abrir la puerta. Entran una, dos, tres, cuatro, cinco mujeres. No hay más que un hola y una sonrisa cordial. Cuando la tetera, las tazas y el té están dispuestos, la doctora finalmente se sienta en la butaca debajo del gato negro. Ella es una mujer joven, diría que está empezando los treinta. Viste ropa ceñida que resalta sus volúmenes y curvas: pantimedias, short, sueter ligero y botas de combate. Todo en negro. Tiene un tatuaje que ocupa la mitad de su antebrazo izquierdo con la figura de un tulipán con dos hojitas, sin el tallo. Este aspecto medio rockero contrasta con la vibra intelectual que le aporta sus delicados anteojos. Tiene el cabello liso castaño oscuro, lo lleva trenzado al descuido hacia su lado izquierdo. La punta toca su seno. Sus ojos son almendrados, grandes, al mismo tiempo oscuros y brillantes. Sus cejas son arqueadas, simétricas y espesas. Tiene una nariz perfilada pero gruesa y sus labios rojos medianamente carnosos enmarcan una sonrisa amable que exhibe unos dientes perfectos. Del cuello cuelga una cadena larga plateada con un cilindro delgado, elegante, minimalista que cae por debajo del busto. Se trataba de un sofisticado vibrador.
La presentación no requiere decir ni edad, ni nacionalidad, ni profesión, ni hobbies, ni tu color favorito, ni cualquier otra tontería con la que usualmente se rompe el hielo. Para presentarnos solo debemos responder a las siguientes preguntas: ¿cómo se sienten con su cuerpo?, ¿cómo se sienten con sus orgasmos? La doctora empezó y le seguimos una a una sin orden específico. Cada historia narra algún tipo de dolor y de trauma que venía de lugares muy distintos. Está la que siempre se ha sentido gorda, inconforme, incorrecta. La que no sufre por el peso, sino por el miedo a envejecer. La que desde chica le habían dicho que era bella y que siente la presión de serlo ahora siempre. La que puede comer lo que quiere y la que cuenta cada caloría. La plana que se siente un poco varón. La de tetas grandes que se sintió tempranamente observada, deseada, incómoda.
Y así de variada es también la relación con nuestros orgasmos. Una a los 16 pensó que era frígida y fue angustiada a preguntarle a una amiga de su madre quien le regaló su primer vibrador y le dijo: prueba con esto y después me cuentas si eres frígida o no. A otra de niña la habían pillado tocándose y le dijeron: eso no se hace. Una que en toda su vida adulta solo había tenido una pareja sexo-afectiva y no sabía si realmente había sentido un orgasmo o no. Otra que venía de terminar una relación abierta y no había logrado tener orgasmos nuevamente. Una cuya formación católica no le permite sacarse de la cabeza la idea de que Dios la observa mientras se masturba. Otra tiene orgasmos a solas pero no con su marido. La otra nunca había usado un vibrador y lo carga ahí, discretamente, en su bolso dentro de una caja marrón.
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La primera sesión del círculo duró casi 4 horas. Poco a poco nos atrevimos a contarnos intimidades, a compartirnos lo que no hablábamos ni con nuestras mejores amigas. Hubo un poco de llanto y muchas risas. Nos despedimos hasta la semana siguiente con un libro debajo del brazo como tarea. Llego a casa cargada de toda esta energía femenina maravillosa. Me sirvo mi copa de vino. Me lavo la cara. Me pongo la pijama y me dispongo abrir la caja marrón.
Dentro de ella encuentro la caja de cartulina glasé blanco brillante con la foto de mi vibrador y varios logos que dicen “Good Design”, “Design Award 2018”, “Germany Design Award Special 2019”. Vale, me queda claro que el producto al parecer está muy bien diseñado en Alemania. En la contracara, una mujer rubia muy guapa vestida en tonos rosas empuña al cielo su brazo sosteniendo una bandera que tiene círculos concéntricos rosa y blanco. No sonríe. Su actitud es fuerte, empoderada, retadora. La acompaña el texto: The Next Sexual Revolution y uno de los palitos de la X es la figura del vibrador. Detalles del diseño y mercadeo.
Saco el vibrador que es un conejito de color blanco puro. Su diseño es todo curvo, minimalista, simple. Su textura es absurdamente suave. Su tamaño me parece adecuado. Noto que en bajo relieve tiene inscrita la palabra Satisfier. A la vista me gusta. Más que alemán parece diseño sueco, pues combina perfectamente con la lámpara de mesa de noche que compré en IKEA.
Leo las instrucciones: el primer proceso de carga puede durar hasta 8 horas. ¡No-me-jo-das! Sentí la misma decepción de cuando el niño Jesús me trajo el carro eléctrico de la Barbie y tuve que esperar hasta el día siguiente para usarlo. ¿Era muy difícil poner a cargar el juguete antes de traerlo mágicamente en navidad, niño Dios? Pues bien, ahí lo dejaré, conectado a un lado de la lámpara de IKEA. Trataré de dormir a pesar de la luz led titilante que me indica que mi nuevo juguete aún no está listo para su primer uso.
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Tamara tenía razón: MA-DRE-MÍ-A.
Edición: Cruz Amador
Johanna El Zelah es Comunicadora Social egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, con más de 10 años de experiencia en producción audiovisual y gerencia de proyectos de contenido para medios digitales, plataformas de streaming y canales de televisión. Actualmente reside en la Ciudad de México y se dedica a la producción de podcasts.